¿Hasta qué punto debemos dejar que nuestros hijos aprendan a través de sus propios errores?
Esa es la pregunta que, como madre y consultora educativa me hago constantemente. Y quizá es una de las preguntas más debatidas en la educación actual. ¿Qué es mejor: proteger a nuestros hijos de las decepciones o permitirles asumir responsabilidades desde una edad temprana?
Este año me enfrenté a una situación que es un reflejo de este dilema. Como parte de un proyecto de emprendimiento, mi hijo Joaquín, en ese momento de seis años, comenzó a vender sus propias galletas. Para un niño tan pequeño, es una gran aventura, y lo he acompañado, claro, pero he intentado dejar que sea él quien asuma las responsabilidades, desde organizar los pedidos hasta hacer las entregas. Un fin de semana, tenía un pedido importante para entregar durante una salida familiar. Hizo las galletas con entusiasmo, pero, cuando llegó el momento de entregarlas, no lo hizo, dejó la bolsa olvidada en el lugar donde nos encontrábamos y no pudimos recuperarla.
Mi primera reacción fue pensar en la lección que había detrás de este descuido. Sin embargo, una amiga cercana, al ver mi enfoque, me dijo algo que me detuvo en seco: “¿Cómo se te ocurre? Es solo un niño”. Y ahí estaba el choque de perspectivas.
¿Es muy pronto para que los niños aprendan sobre responsabilidad?
Según un estudio de la Universidad de Harvard, aprender sobre responsabilidad a una edad temprana no solo ayuda a los niños a desarrollar habilidades críticas, sino que también incrementa su resiliencia y capacidad de adaptarse a los desafíos. Como señala Angela Duckworth, psicóloga y autora de uno de mis libros favoritos, Grit: The Power of Passion and Perseverance, 'las experiencias que brindan la oportunidad de persistir en una tarea, superar un fracaso y asumir la responsabilidad de sus resultados pueden moldear la tenacidad de los niños, incluso desde temprana edad'.
¿Entonces, quién era el responsable en este caso? ¿Nosotros, como padres, que ayudamos con el transporte de las galletas, o mi hijo, quien, en teoría, debería encargarse de llevarlas a sus “clientes”?
¿Deberíamos enseñar a los niños a asumir las consecuencias o protegerlos de los errores?
Hay investigaciones que señalan que, al evitar que los niños enfrenten las consecuencias de sus acciones, corremos el riesgo de criar adultos con menor resiliencia. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Stanford, encontró que aquellos niños que asumen pequeñas responsabilidades y experimentan fallos leves desarrollan un sentido de autonomía que los ayuda a enfrentar los desafíos de la vida adulta. De hecho, son los jóvenes que han asumido responsabilidades desde pequeños quienes tienden a adaptarse mejor a la universidad y al mundo laboral.
Como consultora en educación, me he encontrado con estudiantes que ni siquiera se empoderan de sus propios procesos y mi interacción es exclusivamente con los padres, quienes gestionan todo el proceso por ellos, desde los formularios de aplicación hasta las cartas de recomendación de los profesores. Estos son los jóvenes con mayor probabilidad de enfrentar un shock emocional al entrar a l universidad y enfrentarse al mundo real. En muchas ocasiones, terminan abandonando sus estudios o sufren episodios de ansiedad y depresión.
¿Qué significa realmente enseñar responsabilidad?
Al final, la responsabilidad se construye con pequeños actos diarios. Un experimento de la Universidad de Minnesota sobre el desarrollo de la autogestión en la niñez sugiere que tareas tan simples como recordar llevar los materiales a clase o, en este caso, entregar un pedido, crean patrones de responsabilidad que perduran toda la vida .
En este caso, que mi amiga compensara las galletas perdidas era su forma de aliviar la decepción de un niño. Para mí, en cambio, era una oportunidad de aprendizaje. Si él olvidaba la entrega, debía ser consciente de las consecuencias. Nadie más que él debía asumir la responsabilidad de ese error, de una forma empática pero firme. En mi experiencia, este tipo de situaciones contribuye a que los niños aprendan a autogestionarse y enfrenten la vida con más herramientas.
Entonces, ¿Cómo podemos balancear empatía y disciplina?
A veces puede parecer “duro” exigir responsabilidad a un niño de seis o siete años. Sin embargo, investigaciones han demostrado que un enfoque de crianza que mezcla apoyo emocional con límites claros es el que tiene el mayor impacto positivo en el desarrollo infantil a largo plazo. Es lo que algunos psicólogos llaman “crianza con amor y lógica”: brindar cariño y apoyo, pero también establecer límites claros que ayuden al niño a entender las consecuencias de sus acciones.
Así que me pregunto: ¿qué harías tú en esta situación? ¿Ofrecerías consuelo inmediato o permitirías que el niño aprenda de la experiencia?
En conclusión: enseñar autogestión y responsabilidad es una inversión en el futuro de nuestros hijos.
Sabemos que los niños que aprenden a manejar sus propias tareas, incluso desde edades tempranas, tienen mejores resultados académicos y emocionales en el futuro. Esta es una oportunidad invaluable para prepararlos para un mundo que cada vez exige más autonomía y resiliencia.
Al final, la pregunta sigue siendo:
¿Estamos preparando a nuestros hijos para el éxito o simplemente evitando que sientan la incomodidad de sus propios errores?
Yo, por mi parte, seguiré investigando y profundizando en este tema. Cada experiencia, cada “fallo” en la niñez (y en la maternidad!) es una oportunidad de aprendizaje. Y en este caso, opto por guiar, apoyar y dejar que mi hijo descubra las lecciones de sus propias acciones. Natalia Trujillo
Passionate about #education #development | Higher Education Specialist | Educational Research and Innovation
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